BLOQUE DE APRENDIZAJE 1

                      DOCTRINA SOCIAL 


Es un cuerpo de enseñanza elaborada en el seno de la Iglesia, como respuesta histórica a los problemas económicos y sociales. Esta enseñanza se presenta en documentos de diverso rango: encíclicas, exhortaciones apostólicas, radiomensajes, cartas apostólicas, pastorales.

Este patrimonio eclesial de pensamiento y acción se ha ido organizando y reorganizando en los últimos años, a partir de la Encíclica Rerum Novarum de León XIII (1891), bajo el nombre de “Enseñanza Social” o “Doctrina Social de la Iglesia”, como un conjunto de principios de reflexión de valoración permanente , criterios de juicio y orientaciones para la acción.

La DSI abarca todos los campos en los que se desarrolla la convivencia humana, se extiende objetivamente al entero panorama de las realidades temporales que configuran y condicionan la vida de la persona humana dentro de la sociedad.

La DSI tiene un carácter dinámico e histórico. Esta exigencia del Reino y del seguimiento de Jesús se convierte en experiencia acumulada a lo largo de la historia, y muestra los diversos modos que tiene la comunidad para ir descubriendo cómo unir la fe y el compromiso social.

La DSI más que una teoría se orienta a la acción. El mensaje social del Evangelio no debe considerarse como una teoría sino, por encima de todo, un fundamento y estímulo para la acción.

Aunque es una disciplina académica, principalmente se orienta a la vida, está hecha para practicarla. Así lo han entendido, en el curso de los siglos, los hombres y mujeres de todas las clases sociales comprometidos individualmente y en organizaciones en diversas acciones a favor de los marginados. 

Las respuestas históricas de la Iglesia a los problemas sociales se siguen la dinámica inductiva del ver – juzgar – actuar.

Ver: se trata de percibir la realidad con sensibilidad, porque se trata de cuestiones que afectan a la persona, es ver con preocupación la realidad que tiene rostros humanos imborrables. Para ver hay que percibir con la inteligencia, es informarse y comprender los problemas, las situaciones de injusticia, sus causas, los factores que las producen, los mecanismos y las personas que las reproducen.

Juzgar: es interpretar la realidad y distinguir qué es y qué no es proyecto de Dios sobre el hombre y el mundo en la vida concreta de las personas, colectividades y pueblos. Es iluminar y valorar qué conduce a la justicia y a la liberación (gracia) y qué a la injusticia, opresión y dominación (“desgracia”) Para interpretar la realidad no hay que acomodarse a valores y tendencias sociológicas que sean mayoritariamente contrarias a valores evangélicos, pero tampoco hay que ser neutral. Desde la profesión de fe en Dios Padre Creador de Vida, la coherencia implica establecer juicios de valor a favor de la vida, por toda vida, y en consecuencia en contra de todo aquello que viola y destruye los derechos de la persona.

Actuar: es dar vida, dar existencia concreta a las elecciones y decisiones coherentes con los valores del Reino de Dios, porque la DSI está orientada a la praxis. Actuar es comprometerse en actuaciones concretas, es trabajar para eliminar las barreras de desigualdades, las estructuras y los mecanismos de injusticia; es crear condiciones, grupos, comunidades, movimientos para influir en la transformación de la sociedad en dirección de la justicia social, la verdad, la libertad y la paz.

La doctrina social nació del encuentro del mensaje evangélico y de sus exigencias, comprendidas en el mandamiento supremo del amor a Dios y al prójimo, y en la justicia, con los problemas que surgen en la vida de la sociedad.

 

 

LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA


 El ser humano posee gran dignidad por ser imagen divina y criatura especialmente armada por Dios. Esta categoría singular es el fundamento principal para el trato adecuado entre los hombres.



EL BIEN COMÚN





El bien común es el bien de todos los hombres y de cada uno, incluyendo los aspectos espirituales. El bien común abarca dos grandes principios:

El destino universal de los bienes: El Creador dispuso el mundo para todos los hombres. Esto no quiere decir que uno.

Pueda tomar lo que desee, sino que al regular las relaciones humanas debe tenerse en cuenta el desarrollo y beneficio de los demás.

La propiedad privada: Es necesario para la autonomía y libertades propias. Este principio está subordinado al anterior, de modo que los bienes se empleen también en beneficio de los demás, con cuidado especial hacia los pobres. Esta protección no consiste simplemente en darles dinero, sino sobre todo en facilitarles la formación y los medios necesarios para salir de su pobreza.

 


    LA SUBSIDIARIDAD


 

Según este principio, las sociedades de orden superior deben adoptar una postura de ayuda y promoción respecto a las menores, facilitando sus iniciativas correctas.

 En casos especiales puede suplirlas durante un tiempo breve. 
Una consecuencia de la subsidiaridad es -por parte de los ciudadanos- el deber de participar en la vida social.

 

 

     LA SOLIDARIDAD


La solidaridad o caridad social expresa una idea de unidad, cohesión, colaboración. Es la determinación firme y perseverante de comprometerse por el bien común. Estamos ante un hábito o virtud, ante una decisión estable de colaborar con los demás. Con todos los hombres, pues realmente hay vinculación con todos, aunque uno no se sienta unido a algunos. La solidaridad como parte de la caridad engloba a los demás principios.



¿CUÁLES SON LOS PRINCIPALES VALORES SOCIALES?

Para la vida social, hay cuatro grandes bienes que conviene ejercitar, pues están muy ligados a la dignidad de la persona humana.

La verdad: Conviene resolver las situaciones buscando el bien verdadero, con independencia del propio interés. Así se evitan muchas tiranías. Este tema afecta mucho a los medios de comunicación y a los fraudes económicos.

La libertad: En el ámbito religioso, cultural, político, etc. Siempre dentro del bien común y del orden público. Sin olvidarse del bien verdadero y de la responsabilidad correspondiente, pues se trata de elegir el bien.


La justicia: Es el hábito de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. Ante todo, es importante reconocer la dignidad de los demás, con independencia de lo que posean o de la utilidad que proporcionen. La justicia debe basarse en la ley natural y conviene que sea mejorada por la caridad y la solidaridad.



La caridad: El amor al prójimo es el criterio supremo de la ética social. Si hay caridad, habrá verdad, justicia, libertad, etc. La caridad se ejercita principalmente con el espíritu de servicio a los demás, buscando su bien.



 

¿LOS PRINCIPIOS Y VALORES SOCIALES SON DISTINTOS DE LOS INDIVIDUALES?




 En parte sí, en parte no. La naturaleza humana no cambia cuando el hombre se reúne, de modo que los principios éticos, los diez mandamientos y  las virtudes que conviene ejercitar son los mismos en ambos casos; y el resumen de amar a Dios y al prójimo, también coincide en los planos individual y social.



¿ES MISIÓN DE LA IGLESIA RESOLVER PROBLEMAS SOCIALES?



No, no. Esta es misión general de los hombres, y en particular de los gobernantes que tienen el dinero y redactan las leyes. A ellos compete conseguir una distribución justa de los bienes. De todos modos, la Iglesia resuelve muchos problemas sociales por caridad. Pero no es su misión: Cristo no vino a la tierra para resolver dificultades económicas. En cambio, es tarea de la Iglesia establecer principios y orientaciones que señalen caminos posibles y erróneos, teniendo en cuenta la ley natural y las enseñanzas de Jesucristo.

 

  

SIETE PRINCIPIOS  DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

En el transcurso de las décadas los cristianos han intentado tomarse a pecho el ejemplo y las palabras de Jesús, como así también vivirlas en entornos sociales muy diferentes a los de la Palestina antigua. La doctrina social de la Iglesia es el resultado de este esfuerzo.

Los papas adoptaron el concepto de "derechos humanos" para comunicar que todos y cada uno de los seres humanos, como hijos de Dios, tienen ciertas inmunidades contra el daño que puedan infligirnos otras personas y merecen ciertos tipos de tratamiento.  En particular, la Iglesia ha sido contundente en la defensa del derecho a la vida de todos los seres humanos inocentes desde su concepción hasta la muerte natural. 

En este sentido, la Iglesia se une al coro de otras voces que proclaman la dignidad de la persona y los derechos fundamentales del hombre. Sin embargo, este consenso aparente oculta desacuerdos muy graves acerca de la naturaleza y el alcance de estos derechos. 

 


                           PROMOVER LA FAMILIA




La primera consideración social, en orden e importancia, es la familia, la cual es la unidad básica de la sociedad y es anterior y en cierto sentido supera a las demás sociedades en una comunidad. La doctrina social de la Iglesia pone acento en la importancia de la familia, en particular en la importancia de promover matrimonios estables que acojan y eduquen a los niños. 

Las condiciones sociales contribuyen ya sea a la estabilización o a la desestabilización de las estructuras familiares.  Entre las condiciones sociales que las desestabilizan, podemos encontrar las jornadas de trabajo obligatorias e irracionalmente extensas, una "cultura social" tóxica que denigra la fidelidad, la disolución legal de la definición del matrimonio entre un hombre y una mujer y el cobro excesivo de impuestos.

 



PROTEGER LOS DERECHOS PATRIMONIALES


 

Santo Tomás de Aquino, cuyos escritos son de central importancia para comprender los cimientos de la doctrina social de la Iglesia, dio tres motivos por los que la propiedad privada es esencial para la prosperidad humana:

Primero, porque cada uno es más solícito en gestionar aquello que con exclusividad le pertenece que lo que es común a todos o a muchos, puesto que cada cual, huyendo del trabajo, deja a otros el cuidado de lo que conviene al bien común, como sucede cuando hay multitud de servidores.

Segundo, porque se administran más ordenadamente las cosas humanas si a cada uno le incumbe el cuidado de sus propios intereses; sin embargo, reinaría confusión si cada cual se cuidara de todo indistintamente.

Tercero, porque así el estado de paz entre los hombres se mantiene si cada uno está contento con lo suyo. De ahí que veamos que entre aquellos que en común y pro indiviso poseen alguna cosa se suscitan más frecuentemente contiendas.

Además de estos motivos, la propiedad privada también ayuda a garantizar la libertad humana. La capacidad de una persona de actuar libremente se ve sumamente obstaculizada si no se le permite ser dueño de algo.  En efecto, sin posesiones de ningún tipo, una persona puede quedar reducida a un tipo de esclavitud en la que la mano de obra no se retribuye y en la que si hablara en contra del ejercicio del poder del estado quería expuesta a una enorme situación de riesgo.

Por cierto, Santo Tomás habla de cosas que "necesitamos" y no de cosas que "quisiéramos tener". En este caso se trata de situaciones de hambruna o desastre, en las que las vidas de las personas están en riesgo por no contar con sus necesidades básicas, tales como comida, refugio o vestimenta. 

La doctrina social de la Iglesia también destaca que la propiedad privada puede convertirse en ídolo, que lleva a las personas a evaluar el objetivo y el significado de la vida humana simplemente en función de los dólares.  El derecho a la propiedad privada también conlleva responsabilidades, en particular la responsabilidad de cuidar y promover el bien común.



TRABAJAR PARA EL BIEN COMÚN



El Papa Juan XXIII definió el bien común como "el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección"

El bien común, en otras palabras, no es simplemente lo que las personas querrían, sino lo que sería auténticamente bueno para las personas, las condiciones sociales que permitan la prosperidad del hombre.

Finalmente, cada uno de nosotros carga con una dimensión ética o moral que se verá frustrada si no evitamos los vicios y si no cultivamos la virtud. El bien común incluye todos estos elementos. La pérdida de cualquiera de ellos puede obstaculizar nuestra búsqueda de la perfección.  Sin embargo, el bien común, con la importancia que tiene, no es el bien mayor.  La realización última de cada ser humano sólo puede encontrarse en Dios, pero el bien común ayuda a que los grupos y personas alcancen este bien último.  Así, si las condiciones sociales son tales que dificultan o cohíben la capacidad de las personas de amar a Dios y al prójimo, entonces el bien común no alcanzará su realización. 

La participación y la solidaridad son otros dos principios fundamentales del pensamiento social de la Iglesia. 

La participación se define en el reciente Compendio de la doctrina social de la Iglesia como cuando cada "ciudadano, como individuo o asociado a otros, directamente o por medio de los propios representantes, contribuye a la vida cultural, económica, política y social de la comunidad civil a la que pertenece. 



 OBSERVAR EL PRINCIPIO DE SUBSIDIARIEDAD

En el pensamiento católico, el gobierno también tiene un rol más positivo que consiste en ayudar a garantizar el bien común. El Papa Juan Pablo II lo dijo del siguiente modo:

Es deber del Estado proveer a la defensa y tutela de los bienes colectivos, como son el ambiente natural y el ambiente humano, cuya salvaguardia no puede estar asegurada por los simples mecanismos de mercado. 

El gobierno tiene que hacerse cargo de muchas funciones necesarias e indispensables, de roles que no pueden cumplir las personas por sí solas ni aún a través de grupos más pequeños en la sociedad. Sin embargo, los estados y los gobiernos muchas veces superan su rol legítimo y violan los derechos de los individuos y grupos de la sociedad para dominarlos más que servirlos. Para combatir esta tendencia, el pensamiento social católico pone énfasis en el principio de subsidiariedad. 

El Estado debería ser lo más pequeño posible, pero tan grande como sea necesario para cumplir con lo que deba cumplirse que no pueda cumplirse de otro modo. 

Deficiencias y abusos del Estado de asistencia social derivan de una inadecuada comprensión de los deberes propios del Estado. En este ámbito también debe ser respetado el principio de subsidiariedad. Una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándola de sus competencias, sino que más bien debe sostenerla en caso de necesidad y ayudarla a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al bien común. 

Al intervenir directamente y quitar responsabilidad a la sociedad, el Estado asistencial provoca la pérdida de energías humanas y el aumento exagerado de los aparatos públicos, dominados por lógicas burocráticas más que por la preocupación de servir a los usuarios, con enorme crecimiento de los gastos. Efectivamente, parece que conoce mejor las necesidades y logra satisfacerlas de modo más adecuado quien está próximo a ellas o quien está cerca del necesitado.

Las personas de buena voluntad, inclusive los católicos que intentan poner en práctica la doctrina social de la Iglesia, pueden estar legítimamente en desacuerdo respecto de si se justifica una determinada ley o intervención gubernamental para aliviar un problema social. 



RESPETAR EL TRABAJO Y AL TRABAJADOR




Es evidente que Dios no le dio a Adán esta tarea porque estaba muy cansado como para terminar el trabajo. Por el contrario, el trabajo humano no sólo participa en el cuidado creativo y providencial de Dios del universo sino que también lo refleja. Incluso antes de la caída, el hombre fue creado para cultivar y mantener el Jardín del Edén, para imitar el trabajo de Dios en la creación a través del trabajo humano. Luego de la caída, el trabajo algunas veces se convierte en una tarea ardua, pero continúa siendo parte de la vocación del hombre que viene de Dios. 

El Estado debería ser lo más pequeño posible, pero tan grande como sea necesario para cumplir con lo que deba cumplirse que no pueda cumplirse de otro modo.

En el pensamiento católico, el derecho de asociación es un derecho natural del ser humano que en consecuencia antecede a su incorporación en la sociedad política.  De hecho, "el Estado no puede prohibir" la formación de sindicatos, porque tal como lo indica el Papa Juan Pablo II, "el Estado debe tutelar los derechos naturales, no destruirlos. Prohibiendo tales asociaciones, se contradiría a sí mismo".

La Iglesia jugó un papel decisivo en ayudar a los trabajadores para que formaran sindicatos con el fin de combatir los excesos de la industrialización.

 


BUSCAR  LA PAZ Y OCUPARSE DE LOS POBRES



Paz significa mucho más que la ausencia de un conflicto violento. Paz es "tranquilidad del orden", tomando la frase de San Agustín. La guerra entre las naciones puede ser necesaria algunas veces, pero solamente para restaurar la paz. La Iglesia Católica, desde al menos los tiempos de San Agustín, avaló la "teoría de la guerra justa".  El pacifismo rechaza rotundamente la declaración de guerra por ser moralmente mala por diversos motivos, algunos de ellos seculares (la violencia engendra violencia) y algunos otros religiosos.

El realismo, en el contexto de la ética de guerra, sostiene que la guerra no tiene ningún tipo de regla aparte de, tal vez, la ley del más fuerte. La teoría de la guerra justa es una media entre el pacifismo y el realismo, una media que la mayoría de los estados contemporáneos han adoptado explícitamente y a la que han recurrido. Según el Catecismo de la Iglesia Católica, los criterios para la guerra justa incluyen los siguientes: que el daño causado por el agresor a la nación o a la comunidad de las naciones sea duradero, grave y cierto; que todos los demás medios para poner fin a la agresión hayan resultado impracticables o ineficaces; que se reúnan las condiciones serias de éxito; que el empleo de las armas no entrañe males y desórdenes más graves que el mal que se pretende eliminar. El poder de los medios modernos de destrucción obliga a una prudencia extrema en la apreciación de esta condición. Estos son los elementos tradicionales enumerados en la doctrina llamada de la "guerra justa". La apreciación de estas condiciones de legitimidad moral pertenece al juicio prudente de quienes están a cargo del bien común. 

Sin perjuicio de estos interrogantes, el hecho continúa siendo que la paz implica un orden justo de la sociedad. Este orden justo de la sociedad también incluye una preocupación por los pobres. Para alcanzar el orden justo de la sociedad no sólo se requieren los efectos directos o indirectos de las acciones individuales, sino también políticas sociales prudentes, es decir, políticas sociales que deben tener en cuenta el efecto probable en los pobres.

Podría ser que deberían existir iniciativas privadas y voluntarias de grupos religiosos (tales como San Vicente de Paul) y grupos seculares. Podría ser que las empresas deberían estar obligadas por ley o que deberían adoptar voluntariamente políticas que asistan a los pobres. Podría ser que las familias y particulares deberían asumir la responsabilidad. Lo más probable es que se necesite una combinación de iniciativas gubernamentales, sociales, religiosas e individuales. No siempre veremos con claridad en cada situación aquello que precisamente ayudará a los pobres, pero todos los católicos tenemos la obligación de pensar seriamente y de actuar deliberadamente para ayudar a los que sufren a nuestro alrededor y en todo el mundo.

Sin embargo, en el corazón de la doctrina social de la Iglesia hay algo simple y noble: un esfuerzo por hacer que las acciones y palabras de Jesús sean reales también en nuestros días con el objeto de transformar y elevar la vida social en todas las personas.

 

CUATRO PILARES PARA LA EDUCACIÓN SEGÚN ESTANISLAO ZULETA




El pensamiento de Zuleta ha dejado un importante legado en el desarrollo crítico de las estructuras sociales y la perspectiva de la educación frente a las necesidades crítico-transformadoras de un modelo.

Por tal motivo, se trae a colación los cuatro pilares que Zuleta considero fundamental para la educación, que serán una útil herramienta para el debate y la reflexión.

En primer lugar, Zuleta plantea la función educativa de la literatura, cómo un medio de desarrollo de un pensamiento crítico, reflexivo y transformador y parte de su mismo gusto por la lectura, dejándole gran parte de su ejercicio a su meditación.

Zuleta considera a la lectura, un acto importante, en la que el lector debe disponerse para dejarse perturbar, deslumbrar, transformar, afectar por el contenido del texto, y por los interrogantes que suscita la lectura. 

En segundo lugar, para Zuleta, las ciencias sociales contribuyen a la Educación; por tal motivo, estas no pueden ser neutrales ni estáticas. El objeto mismo de las ciencias sociales hace de ellas un campo de combate, de toma de posición y de inevitable transformación.

En tercer lugar, la dimensión histórica es otro campo para descubrir una idea de educación. Habiendo insistido en la visión de las ciencias sociales, aquí añade la necesidad de ver los fenómenos en su acontecer histórico. El desconocimiento de la dimensión histórica conduce a fijar la atención en las conquistas presentes, sin reparar en los procesos históricos que las hicieron posibles.

En cuarto lugar, el psicoanálisis para Zuleta, se convierte en uno de sus lugares predilectos que le permiten conocer la complejidad del otro, sus maravillas, problemas y tragedias, y esto es una condición sine qua non, de la resolución de conflictos.




TALLER

1.      Plasmar un mapa conceptual, mental, infografía u otro referente de tipo gráfico.


 

2.      Producir un escrito del tema para la comunidad, el cual puede ser un poema, un cuento, un ensayo o un artículo. 







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Este blog es académico, en donde habláremos sobre el área de la doctrina social de la iglesia, somos estudiantes de la universidad de FUNDES...